Publicado el 13 de Enero 2014 en Aptitus.
Llegó a mi oficina un ejecutivo de esos que uno admira por su fama de excelen-te líder. Pensé que íbamos a hablar de un programa de coaching para su equi-po o para alguno de sus colaboradores. Su equipo es conocido por lo efectivo y bien integrado que siempre ha sido, resultado de su directo involucramiento con el desarrollo de cada uno de ellos. También se me ocurrió que quizá hablaría-mos sobre la movilidad de ese talento que él cultiva con tanto empeño y dedica-ción.
Me voy a fin de mes -me dijo con una mezcla de alivio, cansancio y mucha pena reflejadas en su expresión-. Se cumplió mi ciclo en la empresa y ahora solo quiero descansar, tomarme unas buenas vacaciones, viajar con mi familia y no pensar en trabajo por un buen tiempo. Esa respuesta no me la esperaba, siendo él un gerente de esos tan comprometidos con su empresa. ¿Qué pasó? Le pre-gunté con genuina curiosidad y me contó con lujo de detalle (en total confiden-cialidad, obviamente) los por menores de tremenda decisión.
Hablamos un rato largo sobre cómo se sentía con este cambio. También habla-mos de su carrera, sus triunfos y batallas. Luego de un merecido desahogo (los ejecutivos normalmente tienen muy pocas oportunidades para hablar de senti-mientos asociados a sus carreras y siempre que lo hacen se sienten muy alivia-dos de compartir) llegamos al punto: ¿Qué vas a hacer? ¿En qué quieres traba-jar? Como te dije, no quiero hacer nada por ahora, me respondió. ¿Y después? ¿Qué quieres hacer, qué has pensado? No sé, no he pensado en nada aún, ya veré, me dijo encogiendo los hombros, genuinamente sorprendido por mi pre-gunta. Lo que venga, lo que se me presente, alguien me llamará…
Pasó con él lo que con muchos: siempre muy focalizado en su trabajo, dedicó muy poco tiempo a pensar en él mismo, en su carrera o en sus posibles siguien-tes pasos (plan B). Nunca se había sentido en la necesidad de tratar a su carre-ra como a su mejor negocio ni de verse a sí mismo como proveedor de servicios o empresario de su carrera. No le puso foco a su desarrollo personal ni tampoco había registrado sus logros cuantificados (hoy para hacer su cv después de años debe hacer “arqueología empresarial”). Siempre se concentró en las mar-cas de la empresa y nunca dedicó tiempo alguno a desarrollar la vigencia de la suya propia. Y tampoco tenía una red de contactos bien desarrollada, en la creencia – equivocada por cierto – de que hacer contactos es llamar a los ami-gos a pedirles favores o trabajo cuando uno lo necesita.
Creo que, como muchos ejecutivos mayores de 40, pensó que dedicarse a pen-sar en su propia carrera era ser un poco desleal para con la empresa donde tra-bajaba con tanto ahínco. Así, fue dejando de lado su preocupación e interés por su empleabilidad y su marca personal.
Me costo convencerlo de no demorar su proceso de transición laboral. Conver-samos sobre el riesgo que el valor de su marca personal decaiga, que el merca-do lo “olvidé” si pasa mucho tiempo alejado del ambiente laboral. O del riesgo de dedicarse demasiado con actividades menores que consumen tiempo y energía y que lo distraen de su principal tarea. Esta es por cierto definir clara-mente sus objetivos y metas para luego enfocarse en encontrar una actividad profesional que le permita seguir creciendo y desarrollándose con plena satis-facción.
Después de un tiempo y de un proceso de reflexión quedó convencido de la importancia de mantenerse siempre vigilante de su carrera y de sus objetivos personales, de ocuparse de tener un plan estratégico personal con metas claras para su carrera – tal como los tuvo siempre en de las áreas que lideró – y de siempre registrar el avance de carrera vía sus logros y resultados. Y por supues-to, de cuidar su imagen y reputación en una extensa y bien desarrollada red de confianza basada en aprecio, confianza y respeto mutuos. Hoy es muy lúcido sobre esos componentes claves para el éxito de su carrera profesional y de su satisfacción personal. Conceptos simples pero muy poderosos.